Este es un árbol de Targuá de nuestro parque, esta especie autóctona que antes se encontraba casi en todos los potreros de la meseta central, pero con el paso de los años fue desplazado junto con muchas otras especies de árboles, por las zonas de pastoreo, cañaverales y cultivos.
El Targuá es un árbol con hojas en forma de corazón, su follaje es principalmente de color verde, pero también puede presentar hojas de un tono amarillento a rojizo y con una savia de color rojo intenso y puede alcanzar una altura de 18 metros.
Nuestros indígenas ya sabían de los beneficios de este árbol con grandes propiedades medicinales, su conocimiento fue transferido a los campesinos y ha llegado hasta nuestros días. Su savia obtenida al hacer incisiones en el tallo y ramas, es un cicatrizante, antinflamatorio y antibacterial.
Nuestros antepasados recurrían a la “leche de targuá” como dentrífico, por sus propiedades astringentes para endurecer las encías y evitar las caries, este látex produce una espuma similar a la del jabón, también puede aplicarse sobre raspones u otras heridas superficiales, en este caso es muy efectiva, gracias a sus propiedades.
Su consumo interno está contraindicado, aunque el látex de algunas especies de Targuá sí pueden consumirse para aliviar la colitis y ayudar a cicatrizar úlceras. También sus hojas se usaban para lavarse los pies, en aquellos años de finales del siglo XIX y principios del XX, muchas personas no usaban zapatos.
La leche de targuá se consigue en macrobióticas, pero siempre consulte a una persona experta en el tema para guiarle en su uso y dosis correctas.